Descripción
En el principio no había un nombre excepto para los sobrevivientes. En las décadas de 1970 y 1980, holocausto (sacrificio por el fuego) y, debatiendo con esta palabra, shoa (catástrofe). Así, Annette Wieviorka recorre las maneras de nombrar lo indecible, desplegando los acentos de los estudios sobre la Shoa en el capítulo inicial que llama Comprender, testimoniar, escribir.