Descripción
El caso de Juan de Dios Mena es ejemplar, entre otras cosas, porque en su obra escultórica se mezclan lo rural y lo urbano, lo culto y lo popular, el folclore y el clasicismo, y todo eso lo constituye como un artista impar, acaso el más importante que ha tenido el Chaco. Pero ejemplar, también, porque en él se sintetizan ciertas conductas de pueblo chico, que llevan al artista a lidiar incluso con los que lo aprecian.
Mena, en su tiempo, concitó el respeto y la consideración de sus coetáneos. Se sabía que era un hombre de manos hábiles y sensibilidad inusual, y sobre esas virtudes se montaron las burguesías del Chaco para dar realce a su nombre porque transportaba, fuera de las estrechas fronteras locales, un prestigio que todos, sin merecerlo, compartían. Pero todos estaban alertas para considerarlo grande sólo cuando les henchía el orgullo, aunque a la vez, y enseguida, lo empequeñecían y no lo consideraban artista. Por eso se lo llamó siempre imaginero, tallista, figurero, artesano. Se le escamoteó, incluso después de su muerte, el sustantivo que mejor le cabía. Porque Mena era un artista, pero también para aquella sociedad chiquita tener un artista era insoportable; los artistas eran, son, siempre los que están, o vienen, de afuera.
La ardua galería de figuras emblemáticas que esculpió Mena -el indio, el tape, el policía, el milonguero, el triste y el jocoso- quedará para siempre como muestra de su apasionada observación del paisaje humano de esta tierra feroz que llamamos Chaco. No importa si fue esculpida desde intención nacionalista o universalista. Lo que importa es que su obra fue minimalista antes de la consagración universal de Beckett, Bresson y Le Witt.
Y además Mena anticipó a todos. En su obra están el cartonero y el piquetero del Siglo XXI, y están todos los desencantados de estos tiempos. Como Molina Campos en la pintura, Mena retrató en madera de curupí un tipo argentino que es, ya, universal y eterno. Y como Discépolo en ese poema de anticipación que se llama “Cambalache”, Mena también se adelantó en medio siglo a nuestro tiempo.
He ahí las claves para dimensionar su tamaño de artista.
Sólo son grandes los que lo son para siempre.