Descripción
En París de los Años Veinte nació un nuevo estilo. Dándole la espalda a las curvas y a los embellecimientos del Art Nouveau y Art Deco, Jean-Michel Frank, el icónico decorador de interiores, unió las proporciones lineales de los muebles del tardío siglo XVIII con una percepción del siglo XX, despojando detalles superfluos hasta la esencia del modernismo clásico. Para que nada distrajera de la elegancia de tal concepto, Frank insistió en interiores escasamente amoblados, y en la perfecta terminación de las paredes, desprovistas de molduras florales, el yeso pulido hasta alcanzar un pálido brillo o cubiertas con paneles de pergamino o finas maderas. Preferiría que nada colgara de esas paredes, a lo sumo, un Picasso, o dos.
Este nuevo estilo hubiese sido la primera manifestación del minimalismo y modernismo clásico si no fuese porque las ideas de Frank fueron probadas y defendidas mucho tiempo antes por la mujer que él dijo deberle más o menos todo lo que sabía. Esta “Dama de Chile”, como la apodó Cecil Beatón, fue Eugenia Errázuriz, temprana mecenas y amiga de por vida de Picasso y Stravinsky, quienes tanto admiraron su gusto.
Asimismo lo hizo John Singer Sargent, quien dijo: “Nunca he conocido a nadie con el inequívoco, extraño gusto de esta mujer. Tanto en arte, música, literatura o decoración de interiores, ella ve, oye, siente y huele el verdadero valor, la verdadera belleza.”
De Eugenia Errázuriz Frank aprendió a apreciar el trabajo elegantemente balanceado de los ebanistas de la época Luís XVI, que lo inspiraron a crear un diseño moderno que no plagiaría pero que destacaría a los originales. También de ella aprendió a eliminar revestimientos excesivos y a acentuar la sensación de un lujo sutil que las superficies de paredes bien terminadas pueden traer a un espacio. El color marrón había ya dominado por demasiado tiempo. Con Errázuriz, el blanco tomó su verdadero valor. Ella fue la génesis del estilo; Frank, su diseñador.
A pesar de haber transcurrido sesenta años de su vida en Europa, el hecho de que Eugenia Errázuriz fuese de Chile, subraya la naturaleza verdaderamente internacional de un grupo de creadores de estilo que se encontraba en París al mismo tiempo. Provenientes de todas las direcciones, allí se agrupó un círculo de artistas, músicos, compositores, coreógrafos, diseñadores de moda, decoradores de interiores, escritores, mecenas de las artes y coleccionistas. De vanguardia, en el mejor sentido de la palabra, se burlaron de las convenciones y abiertamente compartieron sus pasiones artísticas, sociales y sexuales. A raíz de esto se creó un campo magnético de creatividad.
En este círculo fue prominente la presencia de mecenas y coleccionistas sudamericanos. Su aprecio por los ebanistas franceses del tardío siglo XVIII, su anhelo a lanzarse con valentía al siglo XX y a adoptar lo nuevo, aun respetando lo mejor del pasado, significó que contribuyeron de gran manera al éxito del estilo clásico modernista. Guiándolos en este camino se encontraba un joven pariente de Eugenia Errázuriz, Ignacio Pirovano, quien a su regreso a Buenos Aires, fundó una compañía llamada COMTE, la que se convirtió en la mayor productora de los diseños clásica modernistas de Jean-Michel Frank.